viernes, 28 de marzo de 2008

La loba y el miedo

Ésta es mi tercera participación en un concurso de microrelatos. En este caso, uno llamado "Alma de Magno". Y es que la querencia por el alcohol, aunque sea mesurada, es cosa de familia.


El aire le abrasaba. Acurrucada bajo el umbral del portón, la muchacha gemía. Nadie, ni siquiera el perro de la casa, había salido a recibirla. Los labios, resecos, apenas retenían su alma desbocada. "¡Están por venir, ¡están por venir!", advertía. Mas ninguno quedaba que pudiera escucharla. Con el dorso de una mano, morena o mugrienta, retiró el sudor que pretendía cegarla. De pronto, lo oyó. "¡Cras!" Apenas un crujido entre los matorrales, tal vez una bestia agazapada. Corrió hasta allí, hasta donde algo oculto se movía. El viento, al detenerse, le obligó a bajar la mirada. A sus pies, dormido, un niño pequeño, apenas recién parido, se recostaba entre las sombras. Lo tomó, como si de su madre se tratara. Lo amparó bajo sus brazos y contempló la montaña. Sin tiempo que perder, ni agua que beber, partió hacia ella, resuelta a luchar por una vida que no era la suya. Cerca, muy cerca, el magno ejército de bárbaros avanzaba.

5 comentarios:

  1. MUy bueno, como todo lo tuyo.
    Con esa especial sensibilidad hacia el mundo del desamparo y el coraje.

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  2. Gracias. Pero sé que lo dices porque me aprecias.

    Saludos.

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  3. Te aprecio, pero el cuento me gusta independientemte de ello. Lo digo una vez, lo digo dos, lo repetiré cincuenta, cien veces, todo lo necesario. Me gusta como escribís, tenés todo para hacerlo muy bien. Paula Ruggeri

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  4. Mucho ha llovido desde aquellas tardes de elipsis, aliteraciones y acné; sinónimos rebuscados en un desgastado diccionario que Dios sabe en qué bolsillo se quedó, folios doblados con párrafos leídos en voz alta, casetes regrabadas con tachones en las solapas y adhesivo en las pestañas ... ¡cuánto hemos cambiado! No todo estaba escrito, quedaban palabras que sonarían distintas en nuestras caligrafías.
    Te regalo un microcuento:
    Con desgana marqué los números del teléfono anónimo apuntado en el reverso de una factura; mi mujer, dormida me dijo, mira a ver quién llamó. El pulgar pulsó el botón verde de llamada y apareció tu nombre en la pantalla solo un instante antes que la sonrisa en mi rostro. Meses de "tengo que llamarte" se mezclaron con la alegría que espero se reflejara en mi voz cuando la oíste.
    Un abrazo

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  5. Gracias por visitar mi blog, te enlazo al mio y así te leeré más a menudo.

    besos

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